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Desigualdad y cambio tecnológico: ayer y ¿hoy?

Cerramos el año revisitando un tema que ya toqué en uno de los primeros artículos que escribí en este blog: el cambio de la estructura ocupacional y la desigualdad como consecuencia del cambio tecnológico.

En un artículo anterior (Cambio tecnológico y polarización social: productividad, cualificación y salarios) argumentaba que cada revolución tecnológica conlleva grandes cambios en el aparato productivo, donde se crean y destruyen un gran número de puestos de trabajo y donde existen grandes diferencias entre los empleos creados y los destruidos en cuanto a la cualificación necesaria para desempeñarlos. Esto da lugar a un cambio en la estructura ocupacional y a desigualdades sociales entre los diferentes segmentos de la fuerza laboral, lo que en la literatura anglosajona se refieren como ganadores y perdedores del cambio tecnológico.

El debate generado es sí esto, al igual que ocurrió en la Primera Revolución Industrial, es pasajero y es sustituido por un incremento de la cualificación y los salarios, o bien en la actual Cuarta Revolución Industrial eso no aparece y vamos a una mayor desigualdad entre rentas de trabajo y rentas del capital de manera permanente.

La pausa de Engels: desacoplamiento entre productividad y salarios

La Primera Revolución Industrial supuso una degradación de las condiciones de vida para amplias capas del proletariado naciente, al mismo tiempo que florecía una ingente riqueza que era absorbida por la clase empresarial. ¿Nos recuerda algo todo esto?

Este periodo histórico entre 1790 y 1840 es conocido como la "Pausa de Engels". Esta expresión fue acuñada por Robert C. Allen en 2008 y recuperada por Carl Benedikt Frey, y sirve para describir el amplio desfase entre el aumento exponencial de la productividad y el estancamiento de los salarios que se dio durante este lapso como consecuencia de la irrupción de las máquinas en las primeras fábricas modernas.

Friedrich Engels, en su obra de 1845 La condición de la clase obrera en Inglaterra, destacó la disparidad de riqueza entre los industriales británicos y sus trabajadores. En los años siguientes los salarios británicos comenzaron a aumentar con la producción económica. Entre 1840 y 1900, la producción por trabajador aumentó un 90% y los salarios reales aumentaron un 123%.

El cambio tecnológico, y la lógica capitalista que está detrás de su uso, se convierten en la causa de este fenómeno. En un primer momento, las máquinas destruyen un elevado número de puestos de trabajo (efecto de sustitución), aumentado la productividad empresarial y generando grandes bolsas de pobreza. Sólo cuando los trabajadores adquieren nuevas capacidades que les permiten afrontar nuevas tareas de mayor valor añadido se genera un efecto de compensación que permite que los salarios crezcan de forma paralela a los beneficios empresariales. Como consecuencia, durante 50 años varias generaciones de trabajadores se estancan en la pobreza extrema y la exclusión social, mientras la riqueza generada por el aumento de la productividad se dirige a una minoría de privilegiados.

¿Una nueva edición de la pausa de Engels? Desde la década de 1980 asistimos nuevamente a un desfase entre la productividad y los salarios, lo que Brynjolfsson y McAfee (2016) definen como "el gran desacoplamiento". A diferencia de lo ocurrido durante el siglo XX asistimos a la separación creciente entre la curva de crecimiento económico y la de incremento en el número de empleos.

Fuente: Brynjolfsson y McAfee (2016)

Al igual que en la Primera Revolución Industrial, la causa está en la irrupción de nuevas máquinas en el sector productivo de las economías. En este caso, el progreso tecnológico está en la universalización de la informática y las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) a finales del siglo XX y, desde la segunda década del siglo XXI, la incorporación de la Inteligencia Artificial y otras tecnología de la llamada Cuarta Revolución Industrial.

Existe un importante consenso en los informes de diversos organismos internacionales (OCDE, Banco Mundial, Comisión Europea) sobre el impacto que la Inteligencia Artificial -y en general, la transición digital de la economía- va a suponer para la destrucción de empleo neto. Como consecuencia, el progreso tecnológico apuntala la desigualdad económica en las economías capitalistas, generando grupos de ganadores y perdedores. Además, la desigualdad tiende a perpetuarse: aquellos grupos sociales que están en los niveles bajos o medios de la estructura salarial permanecen durante su vida laboral en ellos.

¿Qué podemos hacer? Orientar el cambio tecnológico hacia fines humanistas

No es casual, que el gran desacoplamiento entre salarios y beneficios empresariales que comentan Brynjolfsson y McAfee comience con las políticas neoliberales de finales del siglo XX.

No es, por tanto, el cambio tecnológico, sino una lógica capitalista que antepone el beneficio privado al bien común, lo que debe ser cuestionado. La actual ola de digitalización y automatización de los procesos productivos está generando preocupación en amplios sectores de la sociedad por las repercusiones para el futuro, y estas preocupaciones nos hacen replantear el modo de vida y de trabajo actuales. El debate está en qué salidas le damos a este asunto, desde qué óptica las ideamos y las aplicamos.

La solución vendrá por orientar el cambio tecnológico hacia fines socialmente beneficiosos para la mayoría. En el corto y medio plazo se puede apostar por iniciativas dirigidas a la formación y recualificación de la fuerza de trabajo, una mejor redistribución de las rentas mediante polticas fiscales o medidas de renta universal, o el desarrollo de mecanismos de democracia industrial en las empresas, entre otras.

En el largo plazo se debe apostar porque la tecnología nos libere del trabajo y amplie nuestra libertad como individuos. La Inteligencia Artificial y la robótica, además de las otras tecnologías de la Cuarta Revolución Industrial, nos permiten conseguir objetivos que han estado en la agenda social desde hace dos siglos. En primer lugar, podemos eliminar los trabajos más penosos y degradantes, generando nuevos empleos donde la iniciativa, la creatividad y el desarrollo humanos sean la clave productiva. También estas tecnologías permiten una producción mediante energías limpias y medioambientalmente sostenibles. Por último, el uso de la tecnología en los campos de la salud, el urbanismo, el transporte o la alimentación, entre otros, no permitirá disfrutar de unas mejores condiciones de vida y trabajo para todos. ¿Estaremos dispuesto a conseguirlo?

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Para saber más...

E. Brynjolfsson y A. McAfee, 2016. La Segunda Era de las Maquinas. Temas Grupo Editorial.

G. M. Cortes, 2015. Where Have the Middle-Wage Workers Gone? A Study of Polarization Using Panel Data

Robert C. Allen, 2017. The Industrial Revolution: A Very Short Introduction (PDF)

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