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Cambio tecnológico y polarización social: productividad, cualificación y salarios

Continuo en este artículo repasando las tres tradiciones de estudios sobre las consecuencias sociales del cambio tecnológico. En un artículo anterior te presenté la llamada visión ortodoxa del cambio tecnológico, en la que englobé una serie de estudios e informes sobre los efectos a medio y largo plazo que compensan y revierten el desempleo generado en el corto plazo por la entrada de nuevas tecnologías en las actividades productivas.

En este artículo te presento una segunda tradición de estudios que se centra en los cambios que se producen en la cualificación y los salarios de los empleos en la actual revolución industrial, y cuáles son los rasgos principales de la estructura ocupacional resultante.

Primero te muestro el antecedente teórico de estos estudios en la obra de Keynes, y qué explicación dio al desempleo tecnológico de su tiempo. Posteriormente pasaré revista a diversos estudios recientes que tratan sobre los cambios en la estructura ocupacional (principalmente en las cualificaciones y los salarios) que se producen a raíz del cambio tecnológico.

 Obtenida de pexels 

Las revoluciones tecnológicas conllevan cambios en la demanda de trabajo 

La tesis principal de estos estudios es que cada revolución tecnológica conlleva grandes cambios en el aparato productivo, donde se crean y destruyen un gran número de puestos de trabajo y donde existen grandes diferencias entre los empleos creados y los destruidos en cuanto a la cualificación necesaria para desempeñarlos.

La obra de John Maynard Keynes es el referente de esta tradición de investigación. En los años 1930 -en pleno crash económico- Keynes escribía sobre los riesgos de caer en el desempleo permanente para una parte de los trabajadores americanos como consecuencia del progreso económico (lo que ahora los autores de esta corriente identifican como los perdedores).

Keynes combate las tesis de los economistas neoclásicos -representantes de la visión tecno-optimista u ortodoxa de la época- según las cuales el sistema económico tiende naturalmente a un equilibrio de pleno empleo, en ausencia de cualquier intervención de los estados que reduzca la flexibilidad salarial.

Contrario a ese planteamiento ortodoxo, el economista británico percibe que existe una cuota de desempleo que en ningún caso puede ser reabsorbida sólo mediante la reducción de los salarios: en determinadas circunstancias, como puede ser en épocas de cambio tecnológico intenso, esta cuota puede persistir, aunque se reduzcan sensiblemente los salarios.

La explicación de Keynes es que este desempleo tecnológico se debe a desajustes en la formación y cualificación de los empleados que han sido expulsados y los nuevos requerimientos de capital humano en los nuevos sectores productivos que podrían emplearnos de nuevo. Por ello se hace difícil para estos trabajadores expulsados volver a encontrar empleo. Se requiere, por tanto, la intervención pública en el mercado de trabajo destinada a la cualificación y recualificación de la población trabajadora.

El "gran desacoplamiento" entre productividad y salarios a finales del siglo XX 

Tanto la teoría económica como la evidencia historia sobre las que se basan las tesis tecno-optimistas (los efectos compensadores del cambio tecnológico) son menos sólidas de lo que aparentan en un primer momento. Además, existe una asimetría entre las expectativas que se generaron desde los años 1990 sobre un mayor bienestar social y los resultados a los que finalmente hemos llegado.

En la actualidad, Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee son lo más reconocidos representantes de las tesis keynesianas en este tema. Sus críticas hacia las posiciones tecno-optimistas se basan en tres puntos:

  • No tienen en cuenta la elasticidad de la demanda. No siempre los costes menores de un bien, producidos por la incorporación de tecnología en la producción, suponen unos precios más bajos, que a su vez generan mayor demanda.
  • Los empleos nuevos que se crean requieren de nuevas habilidades y cualificación por parte de los trabajadores, lo que hace que determinados grupos de trabajadores queden de manera permanente fuera del mercado de trabajo.
  • El cambio tecnológico genera menos demanda de algunos tipos de trabajo y habilidades.

Desde el siglo XX se ha documentado un aumento constante en la cualificación y en los ingresos de la fuerza laboral a la par que se incrementaban los niveles de productividad y riqueza en las economías desarrolladas. Esta tendencia se ha visto interrumpida desde las últimas décadas del siglo XX, asistiendo a lo que lo que Brynjolfsson y McAfee definen como «el gran desacoplamiento».

A diferencia de toda la historia económica anterior del capitalismo, asistimos a la separación creciente entre la curva de crecimiento económico y la de incremento en el número de empleos. Como consecuencia, el progreso tecnológico apuntala la desigualdad económica en las economías capitalistas, generando grupos de ganadores y perdedores:

  • En primer lugar, altera la forma en que se divide el ingreso nacional entre los dueños del capital y los trabajadores a favor de los primeros.
  • La pérdida de peso de las rentas del trabajo se combina con una disminución en la movilidad social.
  • La desigualdad no es solo más grande entre unos grupos u otros, sino que tiende a perpetuarse. «Con demasiada frecuencia, la gente en la parte inferior y en el medio se quedan dónde están durante su vida laboral, y las familias se quedan trabadas durante generaciones. Eso no es sano para una economía o sociedad.» (Brynjolfson y McAfee, 2016).

Cambios en la estructura productiva: polarización en los empleos

Junto a la desigualdad económica, las revoluciones industriales cambian la demanda de cualificación de los trabajadores. Una de las hipótesis más utilizadas para explicar esto es la del cambio tecnológico sesgado a tareas (task-based technological change, o TBTC).

El progreso tecnológico reduce la demanda de trabajo en ocupaciones más intensas en tareas rutinarias, tanto manuales como intelectuales, fácilmente reemplazables con un menor coste por máquinas. Por el contrario, crece la demanda de trabajo por parte de las empresas en aquellas ocupaciones más intensas en tareas intelectuales y menos rutinarias, menos proclives a ser automatizadas.

Esta demanda diferenciada de ocupaciones ha dado como resultado un proceso de polarización en el empleo en los países desarrollados desde los años 1980. Buena parte de los trabajadores expulsados por la automatización en sus fábricas desde esos años ha ido encontrando empleos en el sector servicios, de menores cualificación y menores salarios a los que poseían en la industria:

  • Los trabajadores más cualificados tendieron a migrar a empleos donde se demandaban habilidades asociadas a la capacidad intelectual del trabajador.
  • Por el contrario, los trabajadores menos cualificados tendieron a ocupar puestos en la industria o en los servicios donde primaban las tareas manuales, con menores exigencias que los anteriores, pero también con menores salarios.

Con la entrada de la robótica y la inteligencia artificial en las actividades productivas, en el siglo XXI se acentúan estas tendencias anteriores de polarización ocupacional:

  • Los llamados empleos STEM (acrónimo de las siglas en inglés de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas), propios de ejecutivos, profesionales y técnicos, aumentan su peso en la estructura ocupacional al mismo tiempo que aumentan los empleos en servicios y fabricación, menos cualificados.
  • Se produce una menor demanda de cualificación, incluso habiéndose dado en la fuerza laboral disponible un crecimiento del número de trabajadores con educación superior.
  • Además, los trabajadores con nivel medio de cualificación se ven empujados a bajar peldaños en la escalera ocupacional, asumiendo puesto de trabajo ocupados tradicionalmente por trabajadores poco cualificados, empujan a estos a puestos más bajos o incluso a salir del mercado de trabajo.

En resumen, los trabajos que se inscriben en esta tradición de estudios e investigaciones se enfocan en los cambios en la cualificación de los empleos que se pierden y que se crean. De ahí que el cambio tecnológico conlleve siempre en la sociedad, y a nivel micro en las empresas, una dimensión humana en la que los trabajadores deben adquirir un conjunto nuevo de herramientas (habilidades, actitudes, conocimientos, etc.) para acometer sus nuevas funciones.

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Para saber más...

E. Brynjolfsson y A. McAfee, 2016. La Segunda Era de las Maquinas. Temas Grupo Editorial.

G. M. Cortes, 2015. Where Have the Middle-Wage Workers Gone? A Study of Polarization Using Panel Data.

Randstad Research, 2016. La digitalización: ¿crea o destruye empleos?

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