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Cambio tecnológico y sustitución del trabajo: los efectos compensadores

En un artículo anterior, hablé de la existencia de tres grandes temáticas de estudios sobre las consecuencias sociales del cambio tecnológico.

La primera de ellas, la que voy a abordar aquí, consiste en un conjunto de estudios e informes procedentes de organizaciones internacionales y de organismos públicos que agrupo bajo la categoría de visión ortodoxa de los efectos del cambio tecnológico. En ellos se presta especial atención a las pérdidas y ganancias de empleos que se dan con la entrada de una nueva oleada de tecnologías que automatizan los trabajos (o partes de ellos).

También ha ganado popularidad designar a este grupo de estudios y enfoques como tecno-optimistas en contraposición con los otros planteamientos teóricos, que se definen como tecno-pesimistas.

En el artículo te voy a exponer brevemente la tesis que comparten estos estudios, para pasar a continuación a comentar las principales críticas que reciben y que dan lugar a un debate social sobre los efectos de la tecnología en la sociedad.

Obtenida de shutterstock

Progreso social, pero a largo plazo

Esta tradición de estudios cuenta como antecedente las aportaciones realizadas por David Ricardo. Representante de la conocida como Escuela Clásica de Economía Política, Ricardo describió la doble naturaleza de los efectos que posee la incorporación de máquinas a la producción.

  • La nueva maquinaria que se incorpora al sistema productivo en una rama o sector de la economía permite producir más cantidad de bienes con un consumo menor de fuerza de trabajo, lo que redunda en un aumento del beneficio capitalista.
  • Como consecuencia, un número creciente de trabajadores son desplazados por las máquinas y pierden sus empleos. Estos trabajadores encontrarán trabajo más adelante en nuevas ramas productivas que se crean en la economía.

En los años 80 del siglo XX, Cooper y Clark (Economía, tecnología y empleo. El impacto del cambio tecnológico en el mercado de trabajo, 1987), actualizaron la teoría de Ricardo sobre la relación entre innovación tecnológica y empleo. Para ellos, las empresas innovan porque obtienen una ventaja competitiva en su mercado.

Esta idea, aceptada por Ricardo y por Marx, la desarrolló posteriormente Schumpeter. Este incentivo de las empresas no solo explica el porqué de la innovación, sino que es el fundamento de la teoría de los ciclos de negocios (esto lo he tratado en otro artículo de este blog).

De manera resumida, el planteamiento es que si bien el progreso tecnológico, unido a otros factores económicos, institucionales o incluso demográficos, generan desempleo a corto plazo, la propia dinámica creativa e innovadora del capitalismo genera nuevas oportunidades de empleo y eleva el bienestar general de la población sobre la base del incremento de la productividad y la eficiencia de la economía.

Diversos estudios actuales vienen a revitalizar y actualizar esta posición. En uno de sus últimos informes, el World Economic Forum (2018) pronostica la desaparición de 75 millones de empleos en el mundo en la próxima década y la creación de 13 millones de nuevos empleos de mayor cualificación profesional.

De manera resumida, estos nuevos estudios se basan en los siguientes puntos:

  1. El cambio tecnológico reduce las necesidades de cantidad de trabajo por unidad de producto.
  2. El cambio tecnológico impulsa el crecimiento de la productividad, la competitividad, el empleo y el bienestar a largo plazo.
  3. El análisis del impacto del cambio tecnológico sobre el trabajo y el empleo debe considerar el conjunto del sistema económico, tanto los sectores que pierden empleo como los sectores donde aumenta el empleo.
  4. Los efectos beneficiosos de la innovación tecnológica requieren de un período de transición, en el cual se requieren de procesos de ajuste y adaptación de los trabajadores.

Durante las revoluciones industriales como la actual, la demanda de productos y servicios en algunas actividades económicas existentes y en otras nuevas que nacen por el cambio tecnológico, hace aumentar la demanda de nuevos empleos. Por el lado contrario, otros empleos desaparecen como consecuencia de la desaparición de empresas que no pueden adaptarse a las nuevas condiciones del mercado, o al no poder hacer frente a su modernización tecnológica. 

Críticas a la visión ortodoxa 

Esta visión ortodoxa ha recibido, principalmente, dos tipos de críticas. Una primera, centrada en los aspectos metodológicos que este tipo de estudios poseen.

Por ejemplo, Sabine Pfeiffer pone el foco de su crítica en el escaso tamaño de las muestras que se suelen emplear en este tipo de informes o estudios para analizar la implicación de las tecnologías de la Cuarta Revolución industrial en el empleo, y realizar pronósticos sobre el volumen de puestos de trabajo que desaparecerán o se crearán en un futuro inmediato.

Una segunda fuente de críticas proviene de aquellos que, aun aceptando los presupuestos de la visión ortodoxa en cuanto a la existencia de mecanismos compensadores a largo plazo, cuestionan la relación estructural e inmediata entre la difusión de las tecnologías digitales y la evolución de los niveles de empleo en el conjunto de la economía.

Este segundo tipo de críticas se centra en que la relación cuantitativa entre pérdidas y ganancias de empleos varía entre empresas, sectores, regiones, países, etc., debido también a la incidencia de otros factores estructurales, como las políticas gubernamentales o las estrategias comerciales, o incluso la estructura demográfica en cada territorio.

En este sentido, continúan estos autores críticos (Bruno Estrada sería un buen representante de esta visión en España), la excesiva atención que se presta a la digitalización como causa de la pérdida de empleos evita, por tanto, que se analicen otras causas del deterioro de las condiciones de vida de millones de trabajadores que no son necesariamente tecnológicas, sino políticas, derivadas de las medidas tomadas desde los años 1980.

Como consecuencia, el debate no debería centrarse en cómo gestionar un futuro desempleo tecnológico, sino que debería poner en el centro qué políticas son más adecuadas para mejorar las condiciones de vida de la ciudadanía en su conjunto.

Como puedes apreciar, el debate sigue vivo y no es fácil atribuir al ambiente tecnológico los cambios en las condiciones de trabajo o en el nivel de empleo en la sociedad.

En los años más recientes otras temáticas han ocupado el interés de los estudios e investigaciones sobre las consecuencias sociales del cambio tecnológico, más allá del crecimiento o descenso de los niveles de empleo. Estas otras temáticas son las que voy a abordar en los dos siguientes artículos.

¿Cuál es tu opinión? ¿Consideras acertadas las anteriores reflexiones críticas? Si te gustan los contenidos del blog puedes apoyar este proyecto de divulgación y ¡suscribirte!

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